jueves, 30 de julio de 2015

El desastre de Cinthia Fernández en ShowMatch: perdón, Cerati.


Por qué me pareció de mal gusto ético y estético la performance de Cinthia Fernández y el imitador de Cerati en ShowMatch.

-El arte se diferencia del entretenimiento por buscar un contenido ético y estético expresado en un concepto. Fernández y su compañero quisieron hacer esto. Hasta ahí, muy bien, lástima que el contenido logrado –a mí parecer- fue espantoso.

-Usar un cantante de parecido a Cerati representando la muerte (musicalizando con latidos de corazones, haciéndolo cerrar los ojos, usando el tema Corazón delator, viendo a Cinthia Fernández colgada/ahorcada de una soga o llorando por su compañero muerto, que se arrastra a ella) es de una obviedad morbosa que espanta.

- Si encima se le agrega una pantalla con una letra de otra canción de Cerati, todo este pastiche mal logrado se potencia aún más.

- Creo que sobre-representar cualquier dato-aspecto de lo real con el sólo propósito de impactar emocionalmente es grotesco y de mal gusto. Y ni hablar si después de eso vienen “llantos” (entre comillas), y después puteadas en medio de un reality donde nada tiene que ver con nada y todo con todo (lo que genera aún más confusión). Decir incoherencia y falta de respeto para con el supuesto “homenajeado” y sus seres queridos, es poco.

- Por último, unas líneas sobre el género “imitación”. A mí, personalmente, no me gustan las imitaciones, ni de la gente viva ni de la gente muerta. Me gustan The Beats, por ejemplo, porque recrean el espíritu de una banda (no de singularidades), y porque los Beatles dejaron un hito cultural en toda una época que merece mantenerse vivo con su arte y su espíritu.

-Pero no me gusta que se imite a personas recientemente fallecidas, poniéndoles máscaras, sin contexto alguno (como lo hicieron –por ejemplo- con Spinetta en  Tu cara me suena). Está bien que un artista callejero toque temas de Cerati. Está bien que tenga un parecido. Pero, repito, no me gusta la imitación en el arte. No me gusta que se intente copiar y reducir a un Ser.


-Las personas que se van, lamentablemente se van con su arte y también con su aura. Por eso, tomando a Walter Benjamin, creo que una imitación es una reproducción carente de aura; una copia falsa del Ser que nada aporta. 

-Si quieren Cerati en sus vidas, lean sus textos, escuchen sus canciones, hagan covers diferentes. Creen a partir de él. Pero a él, por favor, ya no lo usen. Ya déjenlo en paz. 

lunes, 15 de junio de 2015

Todo la belleza junta

Imagino un mundo donde sólo haya belleza. Lo imagino lleno de canciones, de flores, cielos despejados, y atardeceres de la Patagonia por donde mires.

Un mundo donde todos los muertos se vayan felices, y los de alrededor sonrían. Un lugar donde dolor no queme, el llanto no ahogue, y las lágrimas liberen.

Música, perros corriendo, flores de colores furiosos, manjares, frutas, chocolates, actores, seda, césped, bicicletas. 
Quiero toda la belleza junta. 
Claridad, serenidad, amor, risas. Vida, despertares. 





sábado, 30 de mayo de 2015

El gran gesto de amor


A menudo llego y encuentro a Lula Ludovica metida abajo de las sábanas, posterior a desarmar toda la cama. Yo le pido que se vaya y ella lo hace, y luego espera sentada en el piso.  
Acomodo todo y le traigo su frazada. Hago caso a su pedido y le digo que ya está. Entonces ella se acuesta en el mismo lugar, le tapo el cuerpo y por último, mete el hocico adentro.

Escuche dos veces sobre esto. 
Una de ellas, hace como diez años atrás, de boca de una maestra del jardín. Contaba que en las siestas, les tapaba la nariz con las sábanas a los niños para que duerman más relajados. 
Otra vez, creo que vino de la mano de una psicóloga: decía que cuando uno está triste tiene que acobijarse, sentir el peso de la colcha en el cuerpo. Que en ese gesto hay algo lo maternal, de la protección.  

Arropar a alguien, creo yo, es un hermoso gesto de amor. 










jueves, 30 de abril de 2015

El TRABAJO IDEAL ES ESTE


No hay mejores ni peores puestos por definición. Yo creo que hay lugares, hablando desde el lado más simbólico que se pueda hablar. Y que a esos lugares se los crea uno. No siempre el que tiene el poder es el más poderoso, ni el que ostenta respeto lo tiene ganado.

En el mejor de los casos, pienso que el trabajo es un espacio para ir creándose a sí mismo. Para encontrarse en esa creatividad. Para hacerse de un espacio. De tu espacio. 

El trabajo, hipotetizo, no sólo se define por la tarea. Más bien, yo he sentido que la tarea me fue definiendo a mí, moldeándome, encontrando  mis puntos fuertes, lo que me gustaba u odiaba, a lo que le decía que no o a lo que le regalaba un convencido “sí”.  

Eso de por sí ya genera cierto movimiento en uno. Y está bien... Porque una mente y un cuerpo quietos, son mentes y cuerpos oprimidos. A eso sí que hay que renunciar. 


Muy feliz día a todos los que me ayudaron a crecer y a los que han crecido junto a mí en cada uno de mis trabajos. 

Muy feliz día a todos los trabajadores! Que la vida los lleve adonde tengan que estar.




   

miércoles, 29 de abril de 2015

Mi perra Lula Ludovica, la manipuladora

Adentro de una cajita, con las orejas aún pequeñas, mirada perdida, cruzando la calle en brazos de un hombre… llegando a mí. La elegí sin conocerla. El solo aviso de que estaba buscando hogar me alcanzó: “Hay una perrita en adopción en una caja, en el Alto Palermo. Todos la aman, la gente para y la acaricia”.

No sabía en lo que me estaba metiendo. Nunca había tenido a un perro viviendo en Buenos Aires y mis experiencias de chica no habían sido de lo más felices.

A los pocos días de tenerla pedí salir antes del trabajo porque tenía compromisos y ella no podía estar sola durante mucho tiempo. En ese momento me quejé y mi jefa me dijo al pasar: “Tranquila, que un perro siempre es una alegría”. Frases livianas en un instante que se vuelven pesadas con el tiempo. Frase simple y contundente si las hay.  Y yo la entendí mucho después.   

Es que al principio yo lloraba. Estaba sensible pensando en cómo ella comía desesperada y sufría cuando yo no estaba por su anterior abandono. Yo abría la puerta, miraba el desastre de lo que había roto, pero la prioridad era sentarme y dejarla que me besara toda, a los gritos y llantos, haciéndose pis encima.  

En sus primeras noches Lula lloraba y vencía todos los obstáculos que le ponía para subirse a la cama. Ella trepaba y yo al bajaba una y otra vez, hasta que cambió la estrategia: el blanco se atacaba mientras yo dormía. Entonces, un día de esos desperté boca abajo, con su hocico apoyado sobre mi nuca, respirando profundamente. Y sí… Ahora duerme a mi lado.

Desprecié a cada una de las personas que la despreció. Agradecí a todos los que la han acariciado al menos por un instante, en algún paseo de tarde. Lloré cuando la busqué en el aeroparque luego de un largo viaje al exterior sin verla. Y descarté invitaciones cuando ella no estaba invitada.
Hoy, recuperada de su hambre y miedos, todo es alegría. Sonrío sola de pensarme mirando tele y observándola  jugar de reojo en su mundo de seres animados (es que se cree que los juguetes que hacen ruido tienen vida, y yo no le saco la ilusión).

También sonrío a la mañana cuando se queda mirándome fijo hasta que yo despierte. Y cuando se me tira encima ni bien me muevo. “¿Y la pelota?”, le digo. Y ella salta bruscamente a buscarla (táctica fácil para sacarme sus 22 kilos de encima, aunque ella ni sospeche).



Con Lula viajo, me quedo en las playas más solitarias, me pruebo ropa en un vestidor, juego con mi sobrino, lloro en mis tristezas y bailo cuando las buenas noticias asoman. 
Eso sí que le encanta: basta con poner la música fuerte para que salga corriendo a agarrar sus chiches y salte a la cama… y dé vueltas… y se enrosque con las sábanas viejas... y celebre.

Amo cuando se embarra o me hace fuerza para no bañarse y después, rendida, se deja masajear con la espuma. Amo cuando me pone la pelota  en las piernas para que juegue. Amo cuando, remolona, se estira toda antes de levantarse, cuando en la playa me espera en la orilla del mar mientras yo me baño. Y también cuando la acobijo si está enferma.  

No la puedo retar. No me puedo separar. No le puedo decir que no. Lula me ha manipulado del modo más sutil que alguien puede manipular a otro, con sobredosis de ternura, besos y graciosa impunidad.  

De todo esto sólo tengo un recuerdo feo. Un día la reté muy fuerte y ella se quedó solita, sentada en su lugar. Al verme ir, se metió abajo de la cama dejando un charquito de pis, en señal de su susto. Sentí vergüenza, odié esa aversión agresiva de mí misma. Y de a poquito, sin quererlo -manipulada y ciegamente- fui mejorando con su ayuda.

Porque después de 3 años juntas, todo se resume a eso. Lula Ludovica llegó para hacerme mejor persona, y por semejante tarea yo estaré eternamente agradecida. Ésa la alegría de la que hablaba mi jefa.


Feliz día a mi chanchita hermosa, a mi pimpolla, a mi Lulita, a mi puerca orejas de avión.

Feliz día, chinchulina! Te amo infinitamente… Con el cosmos, las estrellas, el cielo y el universo entero.  No te irás nunca. Quedate conmigo. Yo te llevo para que me lleves.




    

martes, 24 de febrero de 2015

UN BAÑO DE REALIDAD PARA LOS HOMBRES

¿Algo peor que un chico que, porque lo tratas bien, se cree que querés ser su novia? Ni hablar del amante que te avisa (por las dudas) que él no tiene pensado dejar a su pareja (¡¿what!?). No gracias, que te fume ella que así van bárbaro...  

Chicos, chicos, chiquititos del alma, mis blancas palomitas, cuatro de copas, enanitos verdes... 

Cuando las mujeres nos queremos poner de novias, quédense trancas que se lo avisamos y los invitamos a comer milanesas con puré a la casa para hacernos las copadas.

Mientras tanto sigan con sus ilusiones de que los queremos como novios si tan bien les vienen al ego... Pero calladitos, por favor. Evítennos un ataque de sinceridad que podría traer consecuencias en su autoestima. 

Desde ya, muchas gracias. 
Los queremos. Muáa!

lunes, 23 de febrero de 2015

EL PERRO, EL HOMBRE Y YO

No sé cómo se llaman y queriendo hacer memoria para escribir esta crónica, tampoco recuerdo cuándo me los crucé por primera vez.

Los veo todos los días y a veces son el único saludo que recibo cuando divago por el barrio a la madrugada, en esas largas noches de verano sin sueño.

Lo otro que sé es que rápidamente me tendieron la mano, pero no para ayudarme sino para dejarme ayudarlos. Ese también es un gran gesto de compasión. El hombre y su perro ya no están abandonados. Se tienen el uno y el otro. Y ahora los tengo yo también.

“¿Sabés cómo se cura este perro de la dermatitis?”, me dijo el indigente que duerme en la vereda del frente cuando las luces de la vidriera de ropa masculina se apagan y queda su cuerpo entresombras pero al descubierto, para el que sí quiere ver.  “Con amor”, agregó sin dejarme intentar una respuesta médica.

El perro es negro, bastante grande y corrió mejor suerte cuando el hombre lo sacó de una terraza de la villa, donde lo tenían abandonado de invierno a verano. Ahora, al perro le quedan esas marcas de guerra en su piel, algo solucionable y nada grave, como apuntó el diagnóstico del Instituto Pasteur y de su dueño.

Yo le prometí que le llevaría alimento todas las noches, del bueno, del mejor, así ese pelo mejora con paciencia y fuerza. “¿Ves? Ahora tenés una nueva amiga”, me presentó ante el canino.
Hoy fui a dejarle la comida en el bolso que deja abierto, a su lado, mientras duerme la borrachera. El perro no se mosquea ni para eso.  Hace mucho calor, pero duermen juntos, pegados.  Y los quiero aún más.