domingo, 28 de agosto de 2011

Era Hamlet

No podía dejar de mirarlo. Estaba sentado en la mesa que daba a la ventana, leyendo en voz alta fragmentos de un libro que creí interesante. Lo acompañaban otros tres comensales  y  yo, que me esforzaba  por entender al menos una frase entre tanta palabra suelta que alcanzaba a oír. “Expresión corporal”, “relajación”, “dramaturgia”, “respiración”, se escuchaba entre cubiertos, bocinas, música hindú y otras voces.  

Tenía una mística especial. Era intriga, mirada, expresión exagerada, misterio al desnudo. El interés por seguirlo detuvo el tiempo y mi propia historia. Necesité saber quién era,  que estaba leyendo y por qué lo hacía, quienes eran los otros, qué escribían. Quería saber qué decía.

Durante todo mi almuerzo intenté sacar pistas para reconstruir una historia, que a esa altura iba a ser sólo mía. No fue por vergüenza ni por apuro, pero la intención de interrumpirlo se fue cayendo a medida que se alimentaba mi ansia por hallarlo sola.  

Fue hace más de una semana en un restaurant vegetariano de la calle corrientes, a la vuelta de varias salas de teatro.

Hoy lo volví a ver. Estaba en una foto entre relatos periodísticos, Hamlet y otras historias. 

Finalmente pude saber quien era, pero esta vez sin proponérmelo. Es actor y tiene una obra en cartel. Quizás lo vea por tercera vez en ese otro lugar, sabiendo que el goce por el descubrimiento no es el mismo sin la intriga por la espera.

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