Publicada en Orillasur.com
Escrita y dirigida por Mariano Pensotti, El pasado es un animal grotesco cuenta la vida de cuatro personajes, desde los 25 a los 35 años. Atravesados por la historia más reciente, cada uno de ellos intentará encontrar su lugar, y su propia identidad. En el medio habrá trabajos, amores perdidos, y un relato de sus vidas que les parecerá ajeno. Ideal para hacer catarsis sin ponerse melancólicos.
Escrita y dirigida por Mariano Pensotti, El pasado es un animal grotesco cuenta la vida de cuatro personajes, desde los 25 a los 35 años. Atravesados por la historia más reciente, cada uno de ellos intentará encontrar su lugar, y su propia identidad. En el medio habrá trabajos, amores perdidos, y un relato de sus vidas que les parecerá ajeno. Ideal para hacer catarsis sin ponerse melancólicos.
Para todo aquel que no haya
sabido qué hacer de su vida, que se haya sentido disconforme con lo que es, que
haya pretendido cambiar el rumbo sin saber cómo, o que le haya pasado todo esto
junto y de golpe (como para no andar con pequeñeces), El pasado es un animal grotesco funciona como un referente de
identificación, y por qué no de angustia -y alivio- al mismo tiempo.
La obra, escrita y dirigida por
Mariano Pensotti (Interiores, A veces creo que te veo, Colega
de Nadie, entre otros trabajos), desarrolla la historia de cuatro
personajes durante los años 1999 hasta 2009, periodo en el que tienen entre 25
y 35 años, y en el que “uno deja de ser quien cree que va a ser para
transformarse en quien es”, propone el escritor. Y nos deja pensando.
Mario (Santiago Gobernori) es un
desocupado que quiere vivir de la música y salir de una vida que él mismo
define como mediocre. Laura (María Inés Sancerni) fantasea con sumergirse en la
bohemia artística francesa y va por eso con una “ayudita” de los ahorros
(robados) de su familia. Vicky (Pilar Gamboa) es una veterinaria criada en una
familia de clase media alta urbana cuya vida se derrumba al descubrir que su
padre tiene una doble vida en el campo. Por último, Pablo (Javier Lorenzo) es un ejecutivo que recibe en su
departamento una caja con una mano
cortada, sin tener una remota idea de la causa de su origen.
Aunque parezcan distantes, todos ellos tienen elementos en
común, ya que no sólo están atravesados por la historia más reciente y las
propias condiciones de la vida en la ciudad, sino también por las
incertidumbres e inseguridades típicas
de la edad… y, hay que decirlo, de más allá de la edad. (Nota aparte: en
diálogo con Orillasur.com, Pensotti, de 38 años, confesó que pasó por estos
estados cuando tenía la misma edad que los personajes y que –malas noticias
para el lector “orillero”- aún le sigue pasando). ¿Acaso no será ese, también,
el motor de la vida y del cambio?
“Vicky quiere cambiar su vida. Por supuesto que no va a
saber cómo”, se escucha en uno de los pasajes. En otra ocasión, Mario se
compara con sus colegas, y la voz interior lo tortura: “Yo soy un imbécil”,
piensa. Siguiendo con las comparaciones, mientras escucha a un ejecutivo le
sale de adentro una frase argenta por excelencia: “Yo tendría que ser como este
tipo. Estaría forrado en guita”. Cualquier identificación con el espectador, es
puro mérito del autor.
La originalidad del abordaje de
la obra es que las significaciones no llegan sólo o predominantemente del texto
y de los personajes, sino también de los recursos elegidos para contarlos.
En primer lugar, en El pasado… no domina el registro
dialógico entre los personajes, sino una voz en off que reconstruye sus vidas: desde
los pensamientos hasta cada parte de su historia, que va desde la cotidianeidad
más básica hasta los sucesos más decisivos, sin que unos prevalezcan sobre
otros.
Además, el espectador ve pasar
esos diez años a través de un disco giratorio, que jamás se detiene, como el tiempo. Es que la obra invita a
pensar en cómo el pasado se actualiza en el presente con relatos que en el
tiempo pueden resultar ajenos, cargados
de un sentido que genera extrañeza. Narrada, “la vida se vuelve ficción”, se
repite en una de las escenas. Y no por casualidad, con el tiempo, todos los
personajes se ven atraídos por la escritura en alguna forma de ficción. Los
relatos nos inundan, nos atraviesan, nos constituyen.
En la búsqueda de certezas, de un
lugar en el mundo, de amores pero también de libertades, los personajes
fantasean con ser otra persona o con estar en otro lado. Y sí, “las cosas
podrían ser diferentes, pero no lo son”, dice la canción El pasado es un animal grotesco de la banda estadounidense Of
Montreal, que inspiró el nombre de la obra.
Al final de la trama suena este
tema. El disco giratorio sigue su curso. Pero los personajes ya no están. Hay
una especie de vacío que habrá que volver a llenar. Atrás quedaron esos años,
en un pasado lejano que cambia con nosotros a medida que lo narramos, mientras
dejamos de ser lo que fuimos para convertirnos en lo que somos, con historia
(s) y sueños incluidos.