martes, 25 de diciembre de 2012

Quiero ser como él y estar en otro lado


Publicada en Orillasur.com

Escrita y dirigida por Mariano Pensotti, El pasado es un animal grotesco cuenta la vida de cuatro personajes, desde los 25 a los 35 años. Atravesados por la historia más reciente, cada uno de ellos intentará encontrar su lugar, y su propia identidad. En el medio habrá trabajos, amores perdidos, y un relato de sus vidas que les parecerá ajeno. Ideal para hacer catarsis sin ponerse melancólicos.




Para todo aquel que no haya sabido qué hacer de su vida, que se haya sentido disconforme con lo que es, que haya pretendido cambiar el rumbo sin saber cómo, o que le haya pasado todo esto junto y de golpe (como para no andar con pequeñeces), El pasado es un animal grotesco funciona como un referente de identificación, y por qué no de angustia -y alivio- al mismo tiempo.

La obra, escrita y dirigida por Mariano Pensotti (Interiores, A veces creo que te veo, Colega de Nadie, entre otros trabajos), desarrolla la historia de cuatro personajes durante los años 1999 hasta 2009, periodo en el que tienen entre 25 y 35 años, y en el que “uno deja de ser quien cree que va a ser para transformarse en quien es”, propone el escritor. Y nos deja pensando. 

Mario (Santiago Gobernori) es un desocupado que quiere vivir de la música y salir de una vida que él mismo define como mediocre. Laura (María Inés Sancerni) fantasea con sumergirse en la bohemia artística francesa y va por eso con una “ayudita” de los ahorros (robados) de su familia. Vicky (Pilar Gamboa) es una veterinaria criada en una familia de clase media alta urbana cuya vida se derrumba al descubrir que su padre tiene una doble vida en el campo. Por último, Pablo  (Javier Lorenzo) es un ejecutivo que recibe en su departamento  una caja con una mano cortada, sin tener una remota idea de la causa de su origen.


Aunque parezcan distantes, todos ellos tienen elementos en común, ya que no sólo están atravesados por la historia más reciente y las propias condiciones de la vida en la ciudad, sino también por las incertidumbres e inseguridades  típicas de la edad… y, hay que decirlo, de más allá de la edad. (Nota aparte: en diálogo con Orillasur.com, Pensotti, de 38 años, confesó que pasó por estos estados cuando tenía la misma edad que los personajes y que –malas noticias para el lector “orillero”- aún le sigue pasando). ¿Acaso no será ese, también, el motor de la vida y del cambio?  

“Vicky quiere cambiar su vida. Por supuesto que no va a saber cómo”, se escucha en uno de los pasajes. En otra ocasión, Mario se compara con sus colegas, y la voz interior lo tortura: “Yo soy un imbécil”, piensa. Siguiendo con las comparaciones, mientras escucha a un ejecutivo le sale de adentro una frase argenta por excelencia: “Yo tendría que ser como este tipo. Estaría forrado en guita”. Cualquier identificación con el espectador, es puro mérito del autor.  

La originalidad del abordaje de la obra es que las significaciones no llegan sólo o predominantemente del texto y de los personajes, sino también de los recursos elegidos para contarlos.  

En primer lugar, en El pasado… no domina el registro dialógico entre los personajes, sino una voz en off que reconstruye sus vidas: desde los pensamientos hasta cada parte de su historia, que va desde la cotidianeidad más básica hasta los sucesos más decisivos, sin que unos prevalezcan sobre otros.

Además, el espectador ve pasar esos diez años a través de un disco giratorio, que jamás se detiene,  como el tiempo. Es que la obra invita a pensar en cómo el pasado se actualiza en el presente con relatos que en el tiempo pueden resultar ajenos,  cargados de un sentido que genera extrañeza. Narrada, “la vida se vuelve ficción”, se repite en una de las escenas. Y no por casualidad, con el tiempo, todos los personajes se ven atraídos por la escritura en alguna forma de ficción. Los relatos nos inundan, nos atraviesan, nos constituyen.

En la búsqueda de certezas, de un lugar en el mundo, de amores pero también de libertades, los personajes fantasean con ser otra persona o con estar en otro lado. Y sí, “las cosas podrían ser diferentes, pero no lo son”, dice la canción El pasado es un animal grotesco de la banda estadounidense Of Montreal, que inspiró el nombre de la obra. 

Al final de la trama suena este tema. El disco giratorio sigue su curso. Pero los personajes ya no están. Hay una especie de vacío que habrá que volver a llenar. Atrás quedaron esos años, en un pasado lejano que cambia con nosotros a medida que lo narramos, mientras dejamos de ser lo que fuimos para convertirnos en lo que somos, con historia (s) y sueños incluidos. 

viernes, 7 de diciembre de 2012

Un gesto musical, un delirio… un viaje



Publicado en Orillasur.com 
En un teatro místico de Villa Crespo, la obra ¡Que empiece la música! sumerge al espectador en un universo tan cómico como dramático. Una orquesta de cámara ensaya para una audición que los podrá llevar al lugar soñado. En el medio hay política, hay amores desenfrenados, y una decisión que dispara a la obra hacia lugares inimaginados. Amantes del delirio, tomar nota.






Dicen que los viajes empiezan con los preparativos, que siguen en los nuevos caminos que uno emprende y que continúan mucho tiempo después de haber llegado, cuando el paso del tiempo ayuda a resignificar lo vivido.

En un rincón escondido de Villa Crespo, una obra invita a dar un paseo hacia nuevos universos. Se trata de ¡Que empiece la música!, escrita y dirigida por Alberto Ajaka. Entre otros trabajos, este artista interpretó a Toro, el coach de Rodrigo de la Serna en Contra las cuerdas (Canal 7), y en teatro, a un joven soberbio de clase media en Ala de Criados, del dramaturgo Mauricio Kartun. Además obtuvo muy buenas críticas por Cada una de las cosas iguales, obra que también escribió y dirigió. 

El lugar donde se desarrollar la función no es cualquiera. La Sala Escalada posee una mística especial -con ambientes de luces tenues, sillones de terciopelo, y copas de licor entre medio- que sumergen al espectador en la experiencia teatral… Hasta que llega al fondo.

En el escenario, una orquesta de cámara de un teatro municipal se prepara para una audición que, de salir bien, los llevará de gira por Europa. Los días de ensayos transcurren entre diálogos y peleas generados por diversos motivos: desde la toma de una importante decisión de grupo hasta un mínimo gesto corporal disparan discusiones que son tan intensas como fugaces.

El grupo –con personalidades heterogéneas y bien diferenciadas- polemiza sobre la vida del trabajador en Buenos Aires (con el temita del viaje en subte incluido), sobre el arte callejero y de elite, sobre la política sindical y hasta sobre qué comer en un asado para hacer rendir el bolsillo. Sí, también están presentes la inflación y hasta los 194 muertos.

Con una vertiginosidad que captura, los diálogos tropiezan con acciones impensadas que por momentos derivan en en humor absurdo. Es que si hay algo que le sobra a esta pieza es sorpresa, dinamismo, y sobre todo, risas. El espectador lo agradece.

Lo curioso es que todo eso sucede en medio de violines y chelos imaginarios, porque la orquesta simula que toca los instrumentos, pero no genera sonidos. En esa sala lo único que importa son los gestos del músico: sus movimientos, su respiración, la expresión de su corporalidad.   

A punto de comenzar la audición, los artistas deberán tomar una decisión política sobre un paro que los perjudica. A partir de ese momento, los personajes dan giros abruptos y la obra se dispara hacia lugares impensados (amantes del delirio, y delirantes, tomar nota). El efecto es cómico y dramático al mismo tiempo.

En el final, los aplausos del público se mezclan con risas y gestos más pensativos. La sala queda inmóvil por unos segundos. Algunos tardan en pararse de sus asientos. Otros necesitan salir, cuanto antes, mejor.

Las inquietudes son muchas, pero la certeza es una. La obra impacta en el espectador y hay que procesarlo. El gesto artístico, en sus más amplios sentidos, ha cumplido. El viaje aún no ha terminado.

miércoles, 4 de julio de 2012

En Terapia, encuentros con el otro y con uno mismo

Publicado en Orillasur.com


Sin más artilugios que un buen guión y un grupo de actores que interpretan con detalle cada palabra, la adaptación local de la serie estadounidense In Treatment pone el foco en la intimidad del psicólogo y su paciente, que descubren su subjetividad a través del diálogo.




En un contexto social en donde prevalecen las comunicaciones mediatizadas y abundan los encuentros fugaces, la ficción En Terapia, que se emite por la Televisión Pública de lunes a viernes a las 22.30, vuelve a recuperar el valor de la palabra en todo su espesor, aquel valor que facilita el encuentro con el otro y también, claro, el encuentro con uno mismo que surge de la propia escucha.

El programa se basa en sesiones de terapia que transcurren en el consultorio de Guillermo Montes (Diego Peretti). Cada día de la semana, este psicólogo recibe la visita de uno de sus pacientes (Julieta Cardinali los lunes, Germán Palacios los martes, Ailín Salas los miércoles, y la pareja de Leonardo Sbaraglia y Dolores Fonzi los jueves), para finalizar los viernes en una sesión junto a su terapeuta (Norma Aleandro).

La versión local es una adaptación de Be Tipul (el formato original israelí) y de In Treatment, la adaptación de HBO que protagoniza Gabriel Byrne. Pero a diferencia de lo que sucede en esos países, en Argentina, en donde el psicoanálisis sigue gozando de legitimidad social, el programa es presentado como sesiones que responden a esta corriente.

Sin embargo, teniendo en cuenta el rol del analista con inclinación lacaniana y/o freudiana, resulta raro ver cómo se entreteje la relación pacientes - psicólogo en esta ficción.  A diferencia de lo que ocurre con el psicoanálisis, Montes tiene una fuerte presencia en el análisis del paciente, explicitando la transferencia y poniendo en juego sus sentimientos y pensamientos. Además, el personaje de Peretti responde a las demandas de los pacientes, que a menudo lo agreden y cuestionan su lugar como  “analista”, rompiendo la relación de poder que se establece en cualquier vínculo terapéutico.

Quizás en este punto se encuentra el aspecto más débil del programa, ya que a menudo se generan situaciones con demasiada violencia verbal y hasta física del paciente hacia el analista, que le restan verosimilitud a la trama. En este sentido, es difícil creer que una persona decida romper objetos preciados que su psicólogo exhibe en el consultorio, o que lo castigue contándole intimidades de su hija que averiguó a escondidas.

De todas formas, En Terapia es ante todo un programa de televisión con un guión ficcional, de modo que este tipo de situaciones pueden responden a la necesidad de una trama conflictiva y de momentos de tensión dramática imprescindibles para cualquier relato televisivo. Lejos de esto, si de sesiones de psicoanálisis se trata, será difícil encontrar más respuestas que preguntas, analistas que hablen más que los pacientes, o una línea argumentativa a seguir en cada sesión, todos elementos que harían poco televisables a este tipo de terapia.

Por eso, el hallazgo del programa está en otro lado. Bajo dirección de Alejandro Maci y con guión de Esther Feldman y este director, En Terapia logra cautivar la atención del televidente poniendo el foco en el encuentro íntimo de dos personas que dialogan dejando al descubierto su subjetividad: sus miedos, deseos, dolores y traumas.  Y todo esto se logra sin más artilugios que planos detalles, contraplanos, una iluminación tenue y una música que asoma tímidamente sólo para enfatizar algún nudo dramático.

En este desafío se hace imprescindible la buena actuación de los actores, que saben “decir” cada frase pero también cada silencio, y que desmenuzan el guión incorporando hasta el más mínimo gesto.

De este modo, En Terapia explota en 23 minutos y sin cortes comerciales, la necesidad de hacerle lugar al diálogo profundo, al pensamiento, y sobre todo a la escucha. Más allá de la corriente, cualquier sesión implica un encuentro entre dos personas, y en una época en la que no alcanzan los mensajes de texto, ni los comentarios en el “muro”, o los llamados rápidos por celular, poner el foco en esos aspectos resulta llamativo e interesante. Allí reside el núcleo de este programa y de eso se trata, al fin y al cabo, la comunicación.



Ficha técnica
Elenco
Diego Peretti – Guillermo Montes, psicoanalista
Norma Aleandro – Lucía Aranda, psicoanalista supervisora
Julieta Cardinali – Marina Generis, paciente de los lunes
Germán Palacios – Gastón Ramirez, paciente de los martes
Ailín Salas – Clara Salinas, paciente de los miércoles
Leo Sbaraglia y Dolores Fonzi – Martín Pineda y Ana Irigoyen, pacientes de los jueves
Con la participación de:
Federico Luppi – Padre de Gastón
Alejandra Flechner – Pareja de Guillermo
Vera Spinetta – Hija de Guillermo
Adaptación: Esther Feldman y Alejandro Maci
Dirección: Alejandro Maci
En Terapia es una coproducción de Canal 7 y Dori Media Contenidos.

martes, 29 de mayo de 2012

Julio Chávez: "Cuando salgo me doy cuenta de que soy menos fóbico de lo que creo"

Yo deseaba mucho este premio porque me lo merezco”. Así comenzó el discurso de Julio Chávez cuando subió al escenario para recibir el Martín Fierro como Mejor Actor Protagonista de Unitario por El Puntero. Como sucede cuando actúa, sus palabras sonaron con gran espesor dramático, con una carga emocional difícil de encontrar en otros artistas. Y sonaron, sobre todo, auténticas.








En el momento de la premiación, Chávez esperó oír su nombre con una mirada fija y atenta, que dejaba al descubierto sus ansias de ganar. Quizás en ese momento haya estado creando su propia fantasía, como él mismo anheló desde el escenario. “Deseo que cada ser humano tenga la posibilidad de crear la ficción que se le cante. Es el derecho que tenemos como humanos. Gracias”, pronunció el actor y se despidió con fuertes aplausos de fondo.  




-Cuando recibiste el premio, y luego abajo, se te vio muy emocionado. Tocabas el Martín Fierro, lo mirabas, tenías los ojos llenos de lágrimas. ¿Qué significó para vos?
-Eso, mucha alegría. Estoy muy contento de haberlo ganado. Estoy muy agradecido de que me lo den. Me siento muy halagado por el reconocimiento de algo de lo que estoy muy contento de haber hecho. Cuando te dan un premio por algo que vos sentís que te lo merecés, y que subís creyendo que está bien que te lo den, es algo que está bueno.
-Recién te veíamos en el salón con muchos colegas sacándote fotos, con un contacto muy cercano. ¿Cómo estás viviendo el reconocimiento?
-De la misma manera que cuando gané el premio. En ese sentido yo soy una persona muy tímida, bastante privada, pero cuando se me manifiesta afecto de esta manera, lo reconozco muy genuino y lo agradezco de una manera muy genuina. A veces, cuando salgo y me encuentro con las personas, me doy cuenta de que soy menos fóbico de lo que creo. A veces me creo más fóbico de lo que en verdad soy. Es más la idea de lo que por ahí pasa realmente.
-En las entrevistas has declarado que el programa era básicamente ficción y que no tenía que ver con la coyuntura política. ¿Se puede hacer una ficción con un tema tan importante que no roce lo político?
-Sí, lo hemos hecho. Porque una cosa es rozar y otra cosa es claramente meterte. El riesgo del programa justamente era rozar pero no meterte. Roza, porque cuando decís "puntero" inevitablemente roza con una realidad. Pero no terminás de meterte ni de agredir y de meter palos en ningún lugar.

-¿Y vos para crear tu personaje investigaste sobre la realidad política o te abocaste solamente al guión?
-Investigué un poco, pero con la conciencia de que tenía que construir una ficción y no un documental. Entonces investigué, pero finalmente construí lo que mi imaginación me dictaba.
-Actualmente estás en teatro con La Cabra…
-Sí, nos va muy bien. Estoy feliz de hacerlo y estoy preparando la ficción para el año que viene con Pol-ka, que tiene que ver con un bufete de abogados.



miércoles, 28 de marzo de 2012

El llamado, la no respuesta

¿Por qué a veces la gente no responde ante el llamado del otro? ¿Miedo a qué tenemos? ¿Acaso sólo hay respuestas fabricadas, convenientes, premeditadas?
Dirán que la no respuesta también es un respuesta, y es cierto. El silencio puede ser bueno cuando uno sólo tiene para decir eso. Y sin embargo esta idea me perturba y entristece. ¿Tan frágiles somos como para quedarnos sin palabras o, peor aún, para no animarnos a decirlas cuando aún las tenemos? 
Pienso que cuando hay un llamado debe haber una respuesta. Creo en el diálogo y en el devenir de la palabra. Creo que siempre es mejor no esconderse, no esconderla. 
Quien se "llama" a silencio frente a la llamada del otro, escapa a la palabra. Yo la prefiero presente, la quiero viva.

lunes, 13 de febrero de 2012

"Renunciar es tan importante como aceptar"

Siempre creí que todo tiene su tiempo, su fase de maduración. Así, cuando llega el momento de la decisión, quizás sea ella misma la que nos toma a nosotros mismos. Sin presiones, en esos casos, sólo hay que dejar fluir. 
El texto que sigue lo escribí hace un mes..y hoy se actualiza con el paso de lo dicho a la acción.

"Renunciar es tan importante como aceptar", escuché que afirmaba el dramaturgo Mauricio Kartun, en una entrevista en televisión. 

Creo en la renuncia en tanto aceptación de la equivocación, del quiebre hacia un nuevo rumbo, de un "hacia" adelante para otra cosa, quizás mejor o quizás peor. Pero siempre con la opción de una nueva renuncia que nos llevará a una nueva aceptación...de otro trabajo, de otra persona, de otro lugar en el mundo.
Aceptaciones, en definitiva, de uno mismo, que va cambiando con el tiempo. 
Qué nos detiene, entonces? 

domingo, 22 de enero de 2012

Polémica por la tira cómica de Gustavo Sala con referencia al Holocausto







El jueves pasado Gustavo Sala, humorista del Suplemento del rock NO de Página 12, publicó una tira humorística que ponía en serie a los campos de concentración nazis con las fiestas electrónicas, lo que provocó gran repercusión en las redes sociales con personas que criticaban el uso humorístico de esos aberrantes crímenes antisemitas y otras que lo defendían. 

Particularmente a mí no me gustó, ya que  no sólo no me causó gracia sino que además el tema de las cámaras de gas me descompone, literalmente. De todas formas, creo el "chiste" hablaba más sobre las raves y que sobre el holocausto en sí (más si tenemos en cuenta el contexto, es decir, el recital de David Guetta que fue noticia en esos días por la caída del vip durante el show.


Estos casos ayudan para preguntarnos si se puede hacer humor con cualquier tema. Yo creo que la respuesta es que sí. Pero también creo que esta cuestión nos lleva a preguntarse si cualquiera puede hacer este tipo de humor, que a veces conlleva cierta crítica también. Sobre este eje creo que la respuesta es que no y que este es un caso que lo ejemplifica. Planteándolo de otro modo, esta pregunta implica preguntarse no sólo por el tema sino por el modo de tratarlo, por el modo de referirse a él, y lleva a cuestionar no sólo el humor sino las formas que adquiere o debe adquirir para constituírse como tal. 

A Sala le salió mal, muy mal. Pero esto no lo digo por la repercusión y por el enojo de algunos lectores (que están en todo su derecho de sentrise ofendidos), si no por la ineficacia del relato, por la ineficacia humorista para hacer humor y crítica a través de un tema delicado. El problema no es el humor negro, sino el modo de hacerlo. El problema, una vez más, son las formas del lenguaje...y el saber usarlo. El chiste me pareció ordinario, de mal gusto, y otras cosas más, menos gracioso. Del autor ¿autocrítica?, ninguna. De la tira, ¿la crítica?, quedó a medias, a mitad de camino. 




p.d: por último creo que no es válido criticar a los que no están a favor o se sintieron ofendidos argumentando que no entienden el humor de Sala, lo que demuestra cierta soberbia progre que apesta. 

viernes, 20 de enero de 2012

Maltratadas, televisión con función social


Algunos piensan que la razón de ser de la televisión es entretener y que por ende no se le puede pedir más de lo que nos dá: un poco de chimentos, un poco de peleas, un poco de baile, un poco de noticias amarillas y otro poco de juegos (me refiero a televisión de aire, principalmente). Sin embargo yo creo que esa es una mirada sesgada que impide ver las potencialidades que tiene este medio masivo para educar, concientizar, y por qué no, a su vez, entretener. 


Esto es lo que sucede con la serie Maltratadas, que se emite por América los viernes a las 23. Los capítulos escenifican historias de vida de mujeres que sufren violencia de género, abordando problemas que van desde celos obsesivos y represivos entre adolescentes hasta casos de explotación sexual. 




Lo diferente de la serie es que al final del capítulo los actores le hablan a la audiencia, interpelándola directamente desde su lugar de ciudadanos, con el objetivo de explicar la forma de violencia de género que se demostró en esa emisión y los amparos legales a los que pueden acudir. 


El efecto es movilizador, porque en ese momento no sólo habla la actriz que interpretó el papel de víctima sino también el actor que minutos antes era el victimario. Al menos en mí esto genera una sensación de alivio, porque ayuda a no quedarse con una imagen negativa del "hombre" como sexo opuesto y oponente. Por el contrario, el mensaje es que la violencia de género es una problemática social que también preocupa a hombres y que por ende, también ellos pueden brindar protección. 


Además, creo que en este momento de paso de la ficción a lo "real" queda explícita la responsabilidad social del artista y la función social de la televisión, que está allí para ficcionalizar problemáticas que exceden ese espacio. 


Otra de las series que aborda problemáticas sociales es Decisiones de vida, que el capítulo pasado conmovió con la historia de una pareja de mujeres que tuvo un hijo por inseminación artificial gracias a la donación de esperma de un amigo. 


Maltratas y Decisiones de vida son ganadoras del concurso "Ficción para todos"  promovido por el Incaa. Celebro que haya políticas de Estado que estén acompañadas de políticas de medios para educar, ayudar, cambiar. Me gusta. 

lunes, 16 de enero de 2012

La policía, defensora del consumo extorsionado

En el shopping los empleados de los locales llaman a seguridad y a la policía (posta) cuando un cliente se queja de un producto, protesta, o se niega a firmar una planilla de conformidad sobre un producto en mal estado con el que no está conforme.
la policía, en crisis de legitimidad respecto a su histórica función, ahora está al servicio de la extorsión comercial en grandes corporaciones y es garante ya no de la seguridad física o legal sino también del consumo y la estafa.
Las cosas que pasan no las puedo creer.
Anonadada es poco.