Hoy fue el debut
en mi clase de francés. Yo, como siempre, tenía cara de culo. En líneas generales
no soy simpática a priori. Me cuestan los encuentros formales donde se dice lo
que se tiene que decir: cuestiones de cursada o las típicas presentaciones de
cada uno. ¿Qué quería decir yo de mí misma?, pensaba medio negada.
En realidad
no quería decir nada: el ser vivo con el que más interactúo es mi perra
Lula Ludovica -que acompaña pero no habla-, y así cualquiera se aburre rápido de
su Ser.
Entonces, mientras otros se explayaron contando
los proyectos de doctorados, aspiraciones científicas en el exterior y tradiciones
francesas familiares, yo escamoteé: “Vengo acá porque tengo tiempo y ganas”. Cortito
y al hilo, simple. No hubo repreguntas, ni risas cómplices. Logré mi objetivo.
En realidad había una razón más profunda, algo que parece simple, pero no lo es: yo
voy a francés porque quiero aprender. Parece una locura, pero los días previos a rendir
los exámenes en la UBA me recuerdo poniendo música a todo volumen y bailando de
felicidad (al margen, la danza es otra de las disciplinas que estoy aprendiendo
-o perfeccionando, mejor dicho- porque en eso voy mejor que en idiomas).
La creación
de ideas casi compulsivamente es de las sensaciones más felices que he
experimentado en la vida. Aprender es vida.
Pasó mi escueto
turno, siguieron tres alumnos más y finalmente le tocó a Ailin, la profesora. “Ustedes
no se desesperen si no me entienden. Cuando yo estudié francés en Francia me
mandaron a un curso de sueco. Yo pasé por lo mismo que van a pasar ustedes, y además,
me río mucho, no de ustedes, sino de las situaciones que se generan. Ver el
esfuerzo que hacen para decir una frase o yo haciendo mímicas… Somos muy
ridículos a veces, pero así y todo, no les voy a hablar en español. Además yo soy paciente y tolerante para
enseñar (bueno, espero espero)”.
Ponerse
en el lugar del otro, reírse de sí mismo, tener humor, ser tenaz , paciente y tolerante. Me pregunto cuántos jefes, profesores o gerentes de compañías han
pensado en esto alguna vez. Porque si lo que buscan es el éxito, acá está la
ecuación perfecta para cualquier aprendizaje.
Como si
fuera un apunte más, anoté sus palabras en el margen del cuaderno, ese espacio de asteriscos clásicamente
destinado a la asociación libre cuando la mente divaga.
Sus palabras hicieron eco en mí. Y las vuelvo a re-escribir. Además, ahora, con una
sonrisa.
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