Difícil tarea la de preguntarse por qué le gusta a uno tal o
cual cosa, cuando, como leí alguna vez, el gusto es lo más involuntario que
tiene el ser humano (muy a contramano de lo que aseguran algunas teorías sociológicas
sobre este tema, pero ese es otro cantar).
Involuntario o no, la cuestión es que dentro de las
preguntas por el gusto, hay una un asunto que gira en mi cabeza: me gusta la noche y por mucho tiempo no supe explicar el porqué.
Indagar en los
sentimientos no es tarea fácil, pensar tampoco lo es. Pero el esfuerzo en preguntarme
sobre este tema ha dado sus frutos. He aquí la respuesta: la noche, creo, funciona como un
refugio.
Creo que de noche, cuando todos duermen, el mundo se
detiene en cierta forma (esto, agrego, explicaría también por qué odio con todas mis fuerzas las
mañanas de gente corriendo al trabajo o lavando las veredas). El mundo se detiene o quizás se detiene parte de un
mundo que me atormenta; el de los ruidos acelerados, el consumo, el flujo de información
y los horarios, un ítem en el que me detendré especialmente.
Dirán que estoy loca (seguro que tienen razón),
pero quien anda de noche sabe que en oscuridad permanente el tiempo parece el mismo,
como si hubiera algo que quedara inmóvil (porque tiempo y movimiento van de la mano). El espacio, en consecuencia, tampoco es el mismo.
La noche da lugar a un lugar diferente, un lugar para el pensamiento, la
soledad y la desconexión del hacer/deber, esa premisa tan culturalmente calada
de que hay que producir, o "no perder el tiempo”. Básicamente (y esto es a favor
de los trasnocheros), en la noche no se pierde tiempo, porque –como dije- corre
de otro modo. El tiempo de noche es (casi) un tiempo improductivo y los que la amamos de ese modo nos orgullecemos de eso.
La noche soy yo bailando; estudiando
sin horarios, relajándome con copas; paseando a la perra sin correa, solitaria en
su cuadra; mirando películas; leyendo ensayos; escribiendo. Nada de lo que me
me disgusta está presente en mis noches. Y si alguna vez lo está, lo sufro sin
padecer, en silencio, tranquila, en ese escondite de silencio y pausa que sólo
ella me puede dar.
p.d: días después de escribir esto, buceando en algunas revistas viejas encontré una frase de Dolina que resume todo esto a la perfección: "Cuando era chico le preguntaba a mi madre si faltaba mucho para la noche porque la noche era como una interrupción de la vida".